Otoño 1888






     En la humedad del empedrado los faroles espejaban una luz mortecina. Los cascos del único caballo que tiraba del carruaje repiqueteaban seguidos por el eco. Todo era difuso debido a la niebla, no obstante, Vanesa Harrison, a través de los visillos, pudo ver  dos sombras que descendían  del coche y continuaban por la vereda caminando muy juntas. Cuando se detuvieron delante de su ventana distinguió con claridad  que se trataba de una pareja. 
     Los desconocidos mantenían una breve conversación, en apariencia íntima, pero cuando nada lo hacía presumir el hombre clavó un puñal en el pecho de la mujer, quien cayó sin vida al suelo. El grito que Vanesa Harrison no pudo evitar hizo que el asesino se diera vuelta. Ambos quedaron de frente;  ella, aterrada lanzó una exclamación y se desplomó. Al día siguiente la sepultaron. Fue la  única persona que hubiera podio identificar a “Jack el destripador”.  


Rosalía Guzmán


Cuento tomado de su libro "De Lógica y Absurdos"