En la humedad del empedrado los faroles espejaban una luz
mortecina. Los cascos del único caballo que tiraba del carruaje repiqueteaban
seguidos por el eco. Todo era difuso debido a la niebla, no obstante, Vanesa
Harrison, a través de los visillos, pudo ver
dos sombras que descendían del
coche y continuaban por la vereda caminando muy juntas. Cuando se detuvieron
delante de su ventana distinguió con claridad
que se trataba de una pareja.
Los desconocidos mantenían una breve
conversación, en apariencia íntima, pero cuando nada lo hacía presumir el
hombre clavó un puñal en el pecho de la mujer, quien cayó sin vida al suelo. El grito que Vanesa Harrison no pudo evitar hizo que
el asesino se diera vuelta. Ambos quedaron de frente; ella, aterrada lanzó una exclamación y se
desplomó. Al día siguiente la sepultaron. Fue la única persona que hubiera podio identificar a
“Jack el destripador”.
Rosalía Guzmán
Cuento tomado de su libro "De Lógica y Absurdos"
Cuento tomado de su libro "De Lógica y Absurdos"